• El vino blanco no es blanco. Ni las uvas con las que se elabora son necesariamente uvas blancas. El vino blanco es el único que se puede elaborar con cualquier tipo de uva. Y es que dentro de los blancos están los ‘Blanc de Blanc’ y los ‘Blanc de Noirs’, configurados con uvas negras.
  • Añadas y cuerpo. Los blancos son más ligeros por la maceración, pero si la variedad de uva es potente, el vino puede tener tanta presencia como un tinto. Por otra parte, pueden encontrarse muchos buenos blancos con crianza e incluso con reserva y más de diez años de envejecimiento en botella.
  • El vino para el pescado’. Los blancos pueden ir perfectos con guisos potentes de ave (y patés), sopas y platos que contengan carne. Los sauvignon blanc, con una acidez marcada y fresca o los vinos untuosos al estilo de los Rieslings de Alsacia y Alemania suelen acompañar casi cualquier preparación con cerdo, carnes grasas y salsas. Además, variedades como el Pinot Gris y Verdicchio producen vinos perfectos para servir acompañando platos especiados e incluso picantes.
  • Maridaje con quesos. Siempre se ha pensado que los quesos sólo maridan con tintos, pero hay blancos que van perfectos con quesos tipo brie o muy tiernos, o incluso con ciertos quesos curados.
  • Enorme variedad. Dentro de los blancos también hay mucha diferencias en función de la variedad de uva escogida para su elaboración. No es lo mismo un verdejo, ahora tan de moda, que una garnacha blanca, que tiene una estructura muy similar a los tintos.
  • Tomar siempre fríos. Determinados blancos muy jóvenes y con una elevada acidez pueden servirse fríos, pero es sólo porque sus cualidades son limitadas. En cuanto un blanco gana temperatura, hasta un límite de unos 12º centígrados, asoman unas cualidades aromáticas que por debajo de los 8º pasan desapercibidas.

Fuente: www.vinetur.com

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